Aunque poco a poco el vehículo eléctrico va haciéndose un hueco en el mercado, los precios excesivamente elevados de este tipo de coches y la escasa autonomía de sus baterías ralentizan su tan necesaria entrada en nuestro día a día para garantizar un modelo de movilidad más sostenible. Es por ello que actualmente son los híbridos los vehículos basados en el uso de la corriente eléctrica más vendidos. Pero los híbridos también poseen en su 'familia' varios miembros diferenciados: los híbridos normales, los enchufables y, entre ellos, los de autonomía extendida. Estos últimos constan de un motor de gasolina (aunque a veces pueden funcionar con otros combustibles como etanol 85) que no apoya al eléctrico como lo hacen los híbridos más comunes, sino que recarga las baterías que alimentan al segundo propulsor. En otras palabras, el motor de combustión no transmite movimiento alguno a las ruedas, sino que solo sirve como un cargador para el conjunto de baterías. Llegados a este punto mucha gente aprecia que esta tecnología puede parecer completamente absurda, pero hay que perfilar algunos detalles para comprender de verdad el funcionamiento de este esquema.

En primer lugar, hay que resaltar el enorme desperdicio de potencia que suponen los distintos mecanismos de transmisión que conectan el motor con las ruedas en los vehículos convencionales (embrague, volante motor, caja de cambios, engranaje, correas, ejes de transmisión...). Es justo ahí donde se ubica el quid de la cuestión: los híbridos de autonomía extendida se basan en eliminar ese enorme desperdicio de energía que no suele tenerse en cuenta, transmitiendo la energía cinética generada por el propulsor de una manera un tanto peculiar: primero se transforma en eléctrica mediante una dinamo, luego se transmite hacia las baterías/motor eléctrico (según se necesite recargar las primeras o ayudar al segundo en caso de escasez de energía) y finalmente el propulsor eléctrico utiliza la electricidad generada para mover la máquina. Ingenioso, ¿no?

Actualmente ya existen algunos modelos a la venta que emplean esta tecnología, como el Chevrolet Volt o el Opel Ampera (que en realidad son el mismo coche aunque con pequeños retoque estéticos). En el caso de este modelo, es capaz de circular 64km en modo exclusivamente eléctrico (ideal para trayectos diarios en ciudad) y recargar sus baterías en apenas 3 horas en una toma convencional de 230V. Una vez que las baterías están cerca de agotarse, se conecta automáticamente un motor gasolina 1.4 que entrega aproximadamente 70CV, los cuales se emplean para recargar el sistema de baterías. La autonomía total del vehículo hasta tener que parar a repostar es de unos 550km, cifra realmente superior a la de los eléctricos que se venden actualmente (unos 200km) y no muy lejos de los datos de cualquier coche de gasolina equivalente (unos 900km). El motor eléctrico entrega 150CV (111Kw), lo que permite al coche (que de por sí es bastante pesado debido a las baterías) acelerar de 0 a 100km/h en unos decentes 9 segundos y alcanzar 160km/h de punta. Si analizamos el consumo a los 100km, se queda apenas en 1,2 litros. Y si utilizamos el coche para ir al trabajo cada día o recorrer distancias cortas, el consumo no subirá de los 0 litros, por lo que solo tendremos que tener en cuenta lo que nos valga la electricidad en nuestro contrato en casa.

El problema de estos híbridos enchufables es el mismo que el de los eléctricos: su precio. El Volt cuesta aproximadamente 45.000€ (aunque hay que rascarle algunos miles por las ayudas del gobierno), el doble que un coche convencional equivalente.
Aunque seguiré defendiendo la implantación de la movilidad eléctrica total, junto a la obtención de la electricidad de fuentes renovables, aprecio que esta opción es una de las más racionales como paso medio para lograr este objetivo, el de la independencia del automóvil de los combustibles fósiles. No obstante, todavía queda mucho por lograr, e incluso dentro de los híbridos de autonomía extendida. Hay algunos esquemas que podrían plantearse aplicar los desarrolladores de las marcas, como por ejemplo incluir motores eléctricos en cada rueda en caso de querer dotar al vehículo de tracción total, evitando así el susodicho desperdicio de energía en la transmisión del movimiento, o por lo menos uno en cada eje. También se podría considerar reducir más la cilindrada del motor de combustión o el número de cilindros... o incluso usar un generador diésel, si no fuese excesivamente costoso o complejo. Las posibilidades parecen ser prácticamente infinitas, si bien solo unas pocas serán realmente eficaces.